Un buen líder de un equipo vincula la responsabilidad individual con los objetivos de desempeño. Un buen líder permitirá y ayudará a los miembros del equipo a enfocarse en los objetivos de desempeño y a través de eso aprender a trabajar juntos con respeto y unión. Esto pertenece más a un pequeño grupo de 5 a 8 personas. En grupos más grandes, el líder se vuelve más jerárquico y hay menos enfoque en objetivos puros y concisos, ya que los participantes pueden tener roles bastante divergentes dentro de la organización como un todo. Como ejemplo, un grupo de ventas con diferentes territorios y quizás productos y, por lo tanto, objetivos separados.
El ejemplo de un liderazgo pobre es un líder organizacional (jefe) que reúne a sus subordinados, les dice qué hacer y como he escuchado en algunas ocasiones decir: ‘vamos equipo’. No había nada sobre estos grupos de trabajo que era un equipo, son simplemente un líder de grupo de trabajo de manera jerárquica.
El otro es más experiencia personal y no estándares académicos. Un líder tiene que creer en la efectividad de los equipos. El líder también tiene que apreciar a los miembros del equipo; sus desafíos e historia. Si un líder es realmente un apasionado del rendimiento del equipo, lo que no siempre se trata de hacer un widget a menor costo o aumentar las ventas de un producto en particular, sino de las habilidades de escucha y barrer los viejos comportamientos interpersonales improductivos.
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Por último, el líder debe ser compasivo. Algunos de los comportamientos organizacionales en el grupo de trabajo evolucionaron a partir de la adaptación a su entorno de trabajo, por lo que los miembros del equipo pueden estar dispuestos a evolucionar, pero se ven obstaculizados por el hecho de que están en armonía con algunas facetas de la organización más grande para la que trabajan o acuerdos ocultos entre miembros de su equipo.